“My way”, por Irene Jiménez Arruzas, 2.1

En la música, al igual que en otras muchas otras áreas del conocimiento, la tarea de versionar, de elaborar un proyecto que mantenga la calidad en base a lo ya creado por otro individuo, resulta cuanto menos desafiante, en ocasiones incluso más que componer desde un inicio. Sin duda, la labor no se limita únicamente a reproducir con exactitud una pieza musical, eso sería simplemente interpretar, versionar sin embargo, supone mucho más, supone ser capaz de incluir modificaciones propias y conseguir con ellas transmitir algo distinto, algo nuevo, que te identifique como artista pero que a la vez sea fiel a la esencia e intensidad de la original, lo que requiere de una gran maestría. Esto no quita de que haya versiones de calidad muy superior a las originales. Y, qué mejor manera de comprobarlo que con una canción icónica como “My way”. De la cual, para la ocasión, he seleccionado cinco versiones, procurando mostrar con ellas la gran diversidad de enfoques que puede tener una misma idea musical en este caso, y cómo cada uno de ellos aporta cosas nuevas respecto al inicial.

No obstante, antes de comenzar con las versiones resulta imprescindible detenerse para analizar la composición original que, de hecho, en este caso concreto, no es para nada la más conocida. La curiosa historia de esta canción comenzó cuando el compositor Jacques Revaux le ofreció a su amigo Claude François interpretar en inglés su tema “For me”, oferta anteriormente declinada por artistas como Dalida o Michel Sardou, e incluso aceptada por Hervé Villard, aunque sin demasiado éxito, ya que su versión no terminó de convencer al compositor. Por su parte François, cantante de música pop con gran popularidad en Francia durante las décadas de los 60 y los 70, accedió a grabar, con la condición de que la letra de la canción estuviese en francés y tratase sobre el deterioro sentimental al que aboca la vida en pareja. De tal manera, tras unos retoques de Gilles Thibaut, se publicaba en 1968 el tema “Comme d’habitude”, que puede escucharse a continuación:

Aquí la melodía sencilla y pegadiza que suele caracterizar al estilo pop, quedó ensombrecida por una letra cargada de pesimismo, y por una interpretación tanto escénica como vocal más bien anodina, que en ningún caso contribuyeron a una buena acogida por parte del público. De tal manera que, con doscientas mil copias vendidas, la operación, a nivel comercial, supuso todo un fracaso.

Sin embargo, la historia no termina ahí, ya que a pesar de no alcanzar las cotas de venta que se esperaban, la industria musical sí que mostró interés hacia la canción, cuya versión inglesa iba a correr a cargo de un todavía desconocido David Bowie. Iba, pero nunca llegó a ser así pues en el mismo verano de 1968 la fortuna sonrió al cantante canadiense Paul Anka, quien por casualidad escuchó “Comme d’habitude” durante unas vacaciones en el país galo, y se apresuró a adquirir sus derechos. Más tarde, Anka la modificaría para ofrecérsela a su amigo Frank Sinatra, lo que nos conduce a la primera versión y probablemente a la más conocida de “My way”. Así fue como el 30 de diciembre de 1968 Sinatra terminaba la grabación del single que daría nombre a su nuevo álbum, y que suena así:

 

La versión en inglés solo mantuvo la melodía original pues la letra fue reescrita en su totalidad por Anka para mostrar a un Sinatra más soberbio que revisaba con aprobación las líneas generales de su vida. Y a pesar de la escasa acogida inicial, “La Voz” con su solemne intensidad y presencia, Comme d’habitude, transformó lo mediocre en un himno de la música popular del siglo XX. Acababa de gestarse un símbolo musical y cultural histórico.

La siguiente versión que he escogido data del año 1971, en ella otra voz extraordinaria, en este caso femenina:

En esta ocasión el elegante e inconfundible timbre de Nina Simone deslumbra y se funde con un acompañamiento armónico de piano, bongos y batería, mucho más rítmico que el original, que podría encuadrarse dentro de un estilo jazz fusión.

Otra versión, casi tan controvertida e irreverente como su intérprete, fue la del año 1979:

Aquí Sid Vicious, ya entonces ex bajo y vocalista del grupo “Sex Pistols”, interpreta en solitario una versión al principio parodiada de “My way”, que termina llenando de displicencia con un estilo crudo, ritmo mucho más agresivo y tempo rápido, pero conservando la sencillez de la melodía, en cuya interpretación tiene un papel protagonista el sonido “descuidado” de la guitarra eléctrica, todas ellas características identificativas del punk.

También pueden encontrarse versiones en español, como por ejemplo la de los “Gipsy Kings” que en 1987 lanzaron el tema “A mi manera”:

La voz rasgada propia del cante gitano y fundamentalmente una base de guitarra acústica y cajón confieren un espíritu totalmente flamenco a la composición.

Y de los “Gipsy Kings” pasamos a los tres tenores con su versión de 1994:

En ella, toda una orquesta se pone al servicio de las voces de José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, lo que supone incluso un cambio de género musical, una adaptación al género culto de una obra inicialmente popular.
Y así es como sucede, todo confluye y la magia de la música, capaz de hacer estremecer de la emoción, surge nuevamente.

Con razón Warner/Chappell Music, gestora de los derechos de “My way”, afirma que se trata de la canción más veces reproducida en radio y de la que mayor número de versiones existen. Está claro entonces que podría seguir añadiendo más, prácticamente de manera indefinida; algunas de ellas muy conocidas (caso la de Elvis Presley, Paul Anka…), otras más recientes (Celine Dion, Robie Williams…), otras únicamente instrumentales o incluso en todo tipo de idiomas. No obstante, considero que con esto ya he conseguido el objetivo que me proponía, mostrar la dificultad del mundo que se esconde tras las versiones, y como el ser mejor o peor, más exitosa o menos que otras, no es un aspecto que tenga mucho sentido contemplar en este ámbito ya que lo importante en la música en general pero especialmente a la hora de versionar, no es limitarse a reproducir de manera exacta una melodía, sino que hay que transmitir, hay que decir algo con ella si pretendemos quedar retratados en cada nota y cada acorde, entre cada uno de sus versos. Dejar una parte de uno mismo, ese es el precio a pagar, el intercambio equivalente a la hora de crear algo que sea único. Y recordar, que tanto en la vida como en la música, lo importante es que cada cual lo haga, lo sienta y lo disfrute, siempre, a su manera.

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